HACHE MILTON

Un disco y un libro

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    “Dadme la vida que amo: No la límpida estancia tras de los visillos, ni el haz de tibio sol sobre el regazo. No la pajarita grácil, ni el crucigrama abierto sobre un mantel bordado, mientras el péndulo desata el engranaje del canto del cuco. Sino la vida que amo. La hermosa vida que amo”. “La vida que amo, Niño futuro (2019)

     

    Aunque la literatura de Pío y las letras de Berrio parten de lugares bien distintos, es curioso como se acaban encontrando. El lenguaje de Pío es austero y certero, pero tras un aspecto de sencillez se oculta una elaboración concienzuda, un vocabulario rico y unas imágenes sorprendentes. Las letras de Rafael son maravillosos ejercicios poéticos, pero a la vez dardos que apuntan a la diana. Las letras de Berrio y la intencionada sencillez de los arreglos se acercan en este disco más que nunca a las reflexiones autobiográficas y filosóficas de uno de los gigantes de la Generación del 98 y la literatura en español en “El árbol de la vida” . 

     

    Rafael Berrio (1963-2020) es uno de los cantautores más injustamente ignorados del panorama musical español. Ya sea en sus inicios, cercanos al punk y la nueva ola en que coincidió con Poch, otro donostiarra ilustre, o con las bandas Amor a Traición en los noventa o Deriva a principios del milenio, la obra de Berrio es muy original. Su trabajo para otros grupos, para la Oreja de Van Gogh o para Mikel Erentxun es de una enorme calidad, pero lo que sin duda pasará a la historia son los últimos discos que editó en la década de 2010: “1971”, “Diarios”, “Paradoja” y “Niño futuro”. Menos orquestal que “1971” o “Diarios” y menos rockero que el extraordinario “Paradoja”, “Niño futuro”, interpretado por un quinteto que tiene al piano como uno de los grandes aliados, es variado, complejo, más popero y algo menos oscuro que los anteriores, pero siempre deslumbrante. Desde la autobiográfica y arriba mencionada “Dadme la vida que amo” en la que Rafael va recitando sobre un piano, instrumento que también domina la saltarina “Considerando” con unos coros femeninos que contrastan con la voz de Rafael. Las letras son de una enorme profundidad y calado filosófico, desde “Abolir el alma” inspirada en Cioran, “Sísifo revela a Sísifo” o “El horror”, que es angustiosa. Pero si nos tenemos que quedar con alguna, sería “Niño futuro” donde se mezcla el estilo tan propio de Berrio que debe tanto a Lou Reed, como a los poetas como Baudelaire y Rimbaud, pero también se acerca a Pío Baroja en la precisión y riqueza de la descripción de la realidad que describe. 

     

    “El árbol de la ciencia” es la novela más autobiográfica de Pío Baroja, publicada en 1911, su trama se desarrolla entre 1887 y 1898. Tal vez se trata de la obra con menos acción y más reflexivas del donostiarra y también una de la que más orgulloso estaba en cuanto a forma y resultado. ​El recorrido filosófico de la obra, que se desarrolla a través de la conversación entre el protagonista Andrés Hurtado y su tío Iturrioz, aborda desde la ciencia a la religión. Acompañamos al protagonista en su vida como estudiante de medicina en el Madrid del siglo XIX. Posteriormente, nos adentramos con Andrés en el ejercicio de la medicina rural en Alcolea del Campo, un municipio ficticio de Castilla, que le sirve a Pío para reflejar los males de la España de finales de siglo, uno de los temas importantes que aborda la Generación del 98. De vuelta a Madrid, nuestro protagonista regresa a la capital para seguir ejerciendo la medicina entrando en contacto con los bajos fondos y la miseria de la prostitución. La parte intermedia de la obra se centra en el diálogo filosófico. La novela contiene muchas de las características narrativas de Baroja, el vitalismo de uno de los protagonistas y su sentido pragmático, la denuncia de una realidad española muy atrasada con enormes injusticias y un sentido de la renovación, el cambio y la racionalidad. Aunque más sosegada que las novelas de acción como la enorme trilogía de la “Lucha por la vida” o “Zalacaín el aventurero”, por poner dos ejemplos, “El árbol de la ciencia” contiene ejemplos de lo mejor del escritor. 

     

    Ambos autores donostiarras comparten una pasión común por contar historias, los dos con estilos pulidos y directos. El acercamiento de Berrio a Baroja se produce de forma más explícita en “Adiós a la Bohemia”, un disco de 2017 junto a Joserra Senperena, que supone una reinterpretación de la ópera de Sorozábal con los textos de Baroja. Pero en “Niño futuro”, su disco posterior, encontramos paralelismos entre las formas de escritura y planteamiento de los textos. Dos creadores deslumbrantes, que nos acercan a su forma peculiar y apasionada de ver la vida, que comparten una enorme fuerza y un lenguaje rico. 

     

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